Si permites que tu corazón se llene de cosas perecederas y con fecha de caducidad, más pronto que tarde lo encontrarás vacío y te sentirás solo.
No te traiciones. Ni por dinero, ni por comodidad, ni por caer bien a los demás. Sé siempre fiel a ti mismo y no tendrás nada de qué avergonzarte.
En el laberinto del amor, como en tantas otras situaciones, la brújula que señala la dirección correcta es la inteligencia.
No juzgues a la rosa por sus espinas, sino por su belleza. No juzgues a tus amigos por sus defectos, sino por sus cualidades.
La verdad y la mentira están separadas por una línea tan delgada que algunos la traspasan sin darse cuenta.
No creas a todos los que aseguran ser tus amigos en los días de fiesta. Cuando te lleguen los momentos malos, observa quienes vienen a estar contigo y anota sus nombres. Sólo esos son tus amigos.
Cada día que amanece, cada niño que nace, cada verso que se escribe, cada amor que se sueña son señales de la victoria final de los hijos de Dios.
¡Qué larga es la noche para quien presiente desgracias! ¡Qué oscura es la sombra para quien sufre soledad!
Las cosas son para usarlas, no para quererlas. Las personas son para quererla, no para usarlas. Quien prefiere las cosas (casa, coche, dinero, poder, orgullo...) a las personas está falsificando su origen humano y su destino divino.
Hay voces que son inmortales: la del mar sobre la playa, la del viento entre los árboles, la de la lluvia en la noche... Las oyeron nuestros abuelos y las oirán nuestros nietos. Nuestra voz y nuestro recuerdo se apagan pronto y se olvidan.
Cree y confía siempre en el ser humano. A pesar de sus debilidades y de sus errores, nadie podrá arrebatarle una dignidad suprema: la de ser la criatura preferida de Dios. Ése es su privilegio y su responsabilidad.
Las penas del corazón se pueden olvidar con el tiempo, pero muchas veces, aunque se curen las heridas, permanecen las cicatrices.
Siempre el embustero parece más creíble que el sincero, porque se toma la libertad de mezclar verdades y mentiras, realidades y fantasías, mientras que el sincero es esclavo de la verdad.
No busques tu deleite en los grandes sueños inalcanzables. Y menos aún en los espejismos del dinero y del lujo. Goza de los sonidos de la lluvia, de los perfumes del campo, de la luz del sol, de la caricia de la brisa... En lo más sencillo está el secreto de la felicidad.
Mientras el libro de tu vida esté abierto, tienes posibilidad de añadir aciertos y de corregir errores.
Entre las más oscuras sombras de la noche aletea siempre la esperanza de un nuevo amanecer.
Si estás enamorado, no tomes decisiones definitivas que afecten a tu futuro. El enamoramiento es una enfermedad transitoria. Espera a estar curado de ella.
Los que se fueron no se habrán ido del todo si los mantenemos vivos en nuestra memoria y en nuestro corazón. La muerte de quienes quisimos no significa el olvido de lo que fueron para nosotros.
Ser santo no tiene nada de especial. Basta con conocer la voluntad de Dios y hacer lo posible por cumplirla.